Vuelta al cole. El bullying, ese alumno que nunca repite
Septiembre. Mochilas nuevas, fotos en Instagram, discursos institucionales sobre la importancia de la educación… y, cómo no, el mismo invitado de siempre, el bullying. Ese alumno brillante que nunca falta a clase, que no necesita beca ni comedor porque se alimenta del silencio y la cobardía de todos.
El bullying no es un problema de “cosas de críos”. Es un problema de los adultos que no queremos mancharnos las manos. Padres que prefieren pensar que “mi hijo no puede ser así”. Profes que esperan que “ya se les pase”. Compañeros que callan porque salir en la foto del acoso es demasiado arriesgado. Y, por supuesto, administraciones públicas que posan con sonrisas en la apertura del curso mientras la inversión en psicólogos escolares y demás recursos cabe en una caja de pastillas Juanola.
Nos encantan los carteles coloridos en los pasillos, las campañas con hashtags y los discursos sobre convivencia. Pero cuando el insulto se convierte en rutina y la humillación en perpetuo paisaje diario, nadie quiere ser el aguafiestas que da el paso. Total, “son niños”. Pues no, son víctimas de verdugos educados en una cultura de la indiferencia, el individualismo y la violencia que hemos normalizado con una maestría digna del más absoluto sobresaliente.
Erradicar el bullying no requiere más papeles ni powerpoints, requiere coraje. Padres que se incomodan e incomodan, profes vocacionales que no miren al techo, alumnos valientes que no callen y políticos que suelten presupuesto en vez de eslóganes. Todo lo demás es pura hipocresía y postureo barato.
La vuelta al cole debería ser ilusión, no supervivencia. Y mientras sigamos celebrando la foto del primer día sin preguntarnos quién se quedará invisible en el patio o quiénsufrirá por los pasillos, estaremos aprobando con nota la asignatura de la pasotismo más ruin que pueda existir.
Porque sí, el bullying es el único alumno que nunca repite. Pero todos sabemos quién le firma las notas para que apruebe cada año.
Juanlu Rodríguez.