Ángelito el Aguador: el corazón que refresca nuestra Semana Santa
Hay personas que caminan entre nosotros haciendo el bien en silencio, sin alarde, con una sonrisa en la cara y una entrega que nace del alma. En la Semana Santa alcalareña, una de esas personas tiene nombre propio —aunque todos lo conocen con cariño como Ángelito el Aguador.
Con su botella en mano, su paso ágil y su mirada atenta, Ángel lleva años recorriendo las calles detrás de los pasos, ofreciendo agua a los costaleros que, ocultos bajo los faldones, cargan con el peso de la fe y la tradición. Él no porta una imagen, pero sí sostiene algo igual de sagrado: el alivio. Su agua calma la sed del esfuerzo, su presencia da paz, y su figura ya forma parte inseparable del cortejo.
Pero este año, Ángel ha ido más allá. Consciente de que cada segundo puede marcar la diferencia, ha incorporado material de primeros auxilios y un desfibrilador. No solo refresca gargantas, ahora también cuida corazones —literalmente. Porque para él, proteger a los suyos no es un deber, es un acto de amor.
Lo que hace Ángel es más que un gesto. Es entrega pura. Es servicio desinteresado. Es devoción sin túnica ni capirote. Y la ciudad lo sabe. Por eso al pasar, le sonríen, lo saludan, lo llaman por su nombre. Porque todos saben que, si algo ocurre, Ángelito estará allí. Como siempre.
Gracias, Ángel, por ser parte del alma de esta Semana Santa. Porque no hay incienso sin aire, ni fe sin cuidado. Y tú cuidas. Y tú eres aire. Y tú eres, sin duda, un verdadero ángel entre nosotros.
Gracias, Ángel, por ser el corazón que late entre bambalinas. Por recordarnos que la Semana Santa no solo se lleva en los pasos… también se lleva en el alma.
María José Casal