El Mobbing: una violencia silenciosa que no podemos normalizar
Cada vez oímos más hablar del mobbing, pero pocos comprenden el daño real que causa. El acoso laboral no siempre se ve: muchas veces se esconde detrás de bromas, de correos agresivos, de silencios o de miradas que aíslan. Sin embargo, sus efectos son profundos. Destroza la autoestima, genera ansiedad y puede empujar a una persona al límite.
En mi opinión, una de las mayores injusticias del acoso laboral es la soledad de quien lo sufre. La víctima suele callar, temerosa de perder su trabajo o de no ser creída. Mientras tanto, el entorno mira hacia otro lado. Esa indiferencia convierte a todos, de algún modo, en cómplices.
El marco legal español protege contra el mobbing. El Estatuto de los Trabajadores, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y el Código Penal obligan a las empresas a garantizar un entorno seguro y respetuoso. Pero la ley, por sí sola, no basta si no hay una voluntad real de actuar. Es necesario que los responsables de recursos humanos, los compañeros y los mandos intermedios detecten y frenen estas conductas desde el primer momento.
El trabajador acosado debe documentar los hechos, pedir ayuda a los delegados de prevención y, si es necesario, acudir a la Inspección de Trabajo o a los tribunales. No es un camino fácil, pero callar solo fortalece al agresor.
El reciente suicidio de una niña de 14 años en Sevilla, víctima de acoso escolar, me ha dejado una profunda sensación de impotencia. Aunque el entorno sea distinto, el mensaje es el mismo: el acoso mata, ya sea en el aula o en la oficina. Detrás de cada caso hay una persona que ha perdido la esperanza porque nadie escuchó a tiempo.
Por eso, creo que debemos hablar más del mobbing, formarnos para detectarlo y actuar sin miedo. No es solo una cuestión legal, sino moral. Un trabajo digno también significa un trabajo libre de humillaciones. Y esa es una responsabilidad que compartimos todos.
Mariló Caro, Abogada.













