Una portada sin alma para una feria con identidad
Por María José Casal Herrera
La Feria de Alcalá de Guadaíra ha vuelto a vestirse de farolillos, albero y alegría… pero no de identidad. Un año más, la portada elegida ha desatado la polémica entre los vecinos, no tanto por su estética —que este año, reconozcámoslo, es vistosa y colorida— sino por lo que representa: o, mejor dicho, por lo que deja de representar.
El diseño seleccionado para dar la bienvenida a la fiesta es bonito, sí, pero reciclado. Exactamente el mismo que ha sido usado en otras muchas ferias andaluzas. Y eso, para una ciudad con el carácter y la historia de Alcalá, sabe a poco.
Los alcalareños no entienden por qué no se ha apostado de nuevo por la portada con motivos locales que ya se instaló el año pasado, con buena acogida. Y se preguntan, con razón, por qué se renuncia a rendir homenaje visual al patrimonio único que atesora esta ciudad.
Aires de nostalgia
No olvidemos que hubo un tiempo —no tan lejano— en que cada edición contaba con una portada singular, inspirada en elementos tan emblemáticos como el Ayuntamiento, la Hacienda La Estrella, la Boticaria o la Torre de Santiago. Aquellas portadas eran obras efímeras, sí, pero también orgullosos estandartes de identidad colectiva.
Entonces se criticaba el gasto. Hoy se opta por modelos más genéricos en aras de la contención presupuestaria. Pero seguimos quejándonos. Y es que el problema no es solo de dinero, sino de visión. Porque hay formas de hacer las cosas con menos recursos pero con más sentido. Y porque, al final, una portada de feria no es solo una estructura de madera y luces: es la carta de presentación de nuestra fiesta grande. Y lo que dice hoy es: “Esto ya lo he visto en otro sitio”.
Alcalá merece algo más que una feria bonita. Merece una feria que sepa a Alcalá desde el primer vistazo.