No quisiera que pasara esta Semana Santa que nos tocado vivir sin reconocer y felicitar a las diferentes hermandades alcalareñas.
La primera felicitación es por la maravillosa Cuaresma que nos han regalado llena de fervor y fe, de recogimiento y de una solemnidad elegante que ha enriquecido cada acto litúrgico; cada triduo, cada quinario, cada Función Principal y cada Vía Crucis.
En segundo lugar, felicitar también por las decisiones que las diferentes Juntas de Gobierno han ido tomando en una semana tan cargada de agua y viento como de incertidumbre, nervios y desilusión de multitud de hermanos. Unas decisiones medidas y tomadas desde la razón y a pesar del corazón donde se han asumido los riesgos asumibles y se nos ha evitado a los cofrades alcalareños imágenes dolorosas y sainetes varios que sí hemos podido presenciar en otras localidades con más renombre.
Vivimos tiempos convulsos donde la crítica se convierte en escarnio con una facilidad pasmosa, donde el protagonismo prima sobre la fe y la humildad cristiana y donde el refuerzo positivo brilla por su ausencia.
Por eso es necesario reconocer los méritos de los que han sabido preservar el patrimonio humano y material de las hermandades, de quienes han impedido que veamos imágenes procesionales con el agua chorreándole por las caras, nazarenos con antifaces deshechos, túnicas directamente para la basura, carreras, chicotás heróicas para remediar lo irremediable y otras tantas cosas…
Enhorabuena por tanto a todas las hermandades alcalareñas por ofrecernos una Semana Santa de muchísima altura a pesar de las inclemencias meteorológicas.
Y por cierto, si en Alcalá hay algún presidente o presidenta de petalás, háganle dimitir y supriman el cargo, por favor; que vaya telita.
Juanlu Rodríguez.