Crónica de la festividad de Santa Clara en Alcalá
El sábado día 11 de agosto, en el Monasterio de las Hermanas Clarisas de Alcalá de Guadaíra, la Familia Franciscana celebró el día grande de la Fundadora de la Segunda Orden, Santa Clara de Asís.
Con la iglesia completamente llena de alcalareños, tuvo lugar la Santa Misa, con la solemnidad propia en el Monasterio y templo dedicado a la Santa. Fue oficiada por el Rvdo. P. Fr. Francisco González, OFM, Cura Párroco de la parroquia de Nuestra Señora del Águila, de la barriada de Palmete, y concelebrada por el Rvdo. D. Manuel María Roldán, Cura Párroco de Santiago el Mayor, a cuya feligresía pertenece el Convento; Rvdo. D. Rafael Medina, Cura Párroco de San Sebastián y Arcipreste de la ciudad; Rvdo. D. Antonio J. Guerra, Cura Párroco de San Agustín; Rvdo. P. D. Fernando Báñez, SDB, hijo de Alcalá y director de la Casa Salesiana de Triana; y el Rvdo. P. D. Juan José Galeote, SDB, también muy vinculado a Alcalá, actualmente director de la Casa Salesiana de Utrera.
Asistieron también, participando en las moniciones, lecturas y procesión de ofrendas, hermanos de la Antigua y Franciscana Sección de Alcalá de Guadaíra de la Venerable Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna Española, que reside en dicho Monasterio, y de la Hermandad Franciscana del Santísimo Sacramento, Inmaculada Concepción y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo del Perdón, Nuestra Señora de las Angustias, Santa Clara de Asís y San Juan Evangelista; asimismo estuvieron presentes representantes de la Orden Tercera Franciscana de Sevilla.
Tanto la monición inicial realizada por el celebrante, como la homilía, estuvieron centradas en la figura de la Santa, en su carácter, fuerte y valeroso, muy alejado de las edulcoradas estampas que a veces la han mostrado, ya que tuvo el coraje y la valentía con tan solo 18 años, de dejarlo todo, familia, posesiones,… para seguir el movimiento renovador iniciado por San Francisco, quien la admitió un Domingo de Ramos, cortándole la melena en la capillita de Santa María de los Ángeles (la Porciúncula), como símbolo de su renuncia al mundo, e imponiéndole el hábito. Una mujer tan valiente y decidida que consiguió que se reconociera por parte de la Santa Sede el Voto de Pobreza, tras la resistencia de gran parte de la Curia; y que consiguió también la aprobación de una Regla propia para su naciente Comunidad, en una época en que ya había unas que se adaptaban a las diferentes Órdenes.
La Comunidad de Hermanas Clarisas, desde el coro bajo, solemnizaron la ceremonia con sus bellas y armoniosas voces, cantando la Misa de Pío X, para las partes invariables, y otras piezas, como “Una estrella ha brillado” en la entrada; “El Señor nos invita junto a su mesa” en el ofertorio, en el que, además, la procesión de ofrendas estuvo precedida por un baile típico de Kenia, país de origen de varias hermanas de la Comunidad; “Hermana Clara” en la comunión; “Clara, pequeña planta de Francisco” y “Clara es tu nombre” tras la bendición final, mientras el celebrante ofrecía la reliquia de Santa Clara a la veneración de los fieles presentes.
Tras la ceremonia, las Hermanas ofrecieron, como es costumbre, un refrigerio a los sacerdotes y fieles asistentes, que se convierte en un momento idóneo de celebración y de confraternidad con las propias monjas, felicitándolas en una fiesta tan importante para la Comunidad, que reside en la ciudad, en este mismo enclave, desde el siglo XVI.
El autor del texto es Juan Jorge García García.
El autor de las fotografías es Juan Escamilla Martín.