12 años de cárcel por violar a una vecina en Alcalá de Guadaíra

 La Audiencia Provincial de Sevilla ha condenado a 12 años de cárcel a un hombre acusado de agredir sexualmente a su vecina. El acusado, varios días más tarde, le pidió perdón por portarse con ella «como un monstruo», después de amenazarla con un palo de madera en Alcalá de Guadaíra en marzo de 2018.

Según ha informado el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), la Sección Séptima condena a F.O.S. por un delito de agresión sexual con introducción de miembro corporal y uso de instrumento peligroso a la pena de 12 años de prisión, 10 años de libertad vigilada y el pago de una indemnización de 10.000 euros a la víctima.

También lo absuelve del delito de lesiones, por el que la acusación particular pedía un año más de cárcel.

El tribunal considera probado que el acusado vivía cuidando ganado en el interior de una nave de una finca rústica, mientras que a unos metros de dicha nave tenía su casa la víctima, que había roto con su compañero sentimental y vivía sola y con la que mantenía una relación «cordial».

El 25 de marzo de 2018, Domingo de Ramos, el acusado invitó a cenar a la víctima, que aceptó el ofrecimiento, de modo que la denunciante se trasladó hasta la nave y, al entrar, «notó extraño» al condenado, «quien no hablaba».

A las 23.15 horas, cuando terminaron de cenar, el acusado se fue a orinar y volvió llevando un palo de madera de metro y medio de longitud y cerró con llave la puerta, al tiempo que exigió a la mujer que se quitase la ropa porque llevaba «dos meses» sin tener relaciones sexuales y la amenazó con pegarle «una estacada» si no accedía.

La Audiencia precisa que el acusado, «para hacerle ver que no mentía», golpeó levemente con el palo en la cabeza a la víctima, por lo que la mujer, «resignada y presa del miedo, obedeció y se quitó la ropa», tras lo que el encausado, con el palo en la mano, la agredió sexualmente.

En un momento dado, a fin de que la dejara salir ilesa de la nave, la víctima le dijo que no le iba a denunciar, que se tranquilizara y que le diera la llave para poder salir, lo que el acusado hizo.

El 1 de abril, la víctima «se encontró una nota manuscrita» del acusado en la que le pedía perdón «porque se había portado con ella como un monstruo», pero ya por la noche vio que «la cerradura estaba taponada con alguna sustancia y no podía abrir». Presapresa del miedo porque creía que iba a atacarla de nuevo, salió a pedir ayuda al vigilante de seguridad de un polígono cercano y llamar a la policía para interponer la denuncia.

A juicio del tribunal, la declaración de la víctima «es perfectamente lógica y coherente», mientras que el acusado «simplemente se limita a negar los hechos» con un relato que «en sí mismo carece de lógica, ya que no parece responder a la razón que, si no ha ocurrido nada, existiendo dicha relación previa de amistad», la víctima lo denuncie.