DESDE LA ATALAYA
EL DEBATE
Decía José Luis Borges que no se debe hablar si no eres capaz de mejorar tu silencio. Eso debió pensar el “impresentado” candidato Núñez Feijóo al dimitir por incomparecencia del momento más importante de la infumable campaña electoral que el elenco de candidatos más pobre de la historia de la democracia española nos está regalando. Conozco lo suficiente la política como para no tapar la estrategia del PP con una aparente cobardía del candidato, así que me gustaría saber quién es el asesor de este señor que le ha aconsejado no asistir a un debate en el que podía, de largo, haber ganado la mayoría absoluta a manos de un Abascal venido a menos desde el momento en que se sale de las chabacanerías propias del mitin y tiene que hablar de propuestas en un debate serio.
Núñez Feijóo lo tuvo anoche a huevo para sentenciar las elecciones simplemente repitiendo su actuación en el cara a cara a Sánchez y exponiendo de forma propositiva un ideario liberal que muchos sabemos que no cumplirá porque no lo es, pero que podría haberle generado los votos que le faltan en un escenario de inercia positiva para el candidato del PP. Una clamorosa oportunidad perdida, un remate fallado en el área pequeña y con el portero batido (permítanme el símil futbolístico).
El resto, mediocridad absoluta con alguna excepción. Yolanda Díaz sobresalió, cual tuerta en el país de los ciegos, en su representación de ariete contra una ultraderecha que demostró que su único proyecto es el destrozo de los consensos sociales y del Estado de Bienestar, con el único aval del uso torticero de la bandera nacional y del sentimiento patrio mal entendido; porque poco patriota se puede ser si lo que pretendes es desmontar los pilares del bienestar y volver al siglo pasado amparado en tu propia intolerancia.
Volviendo a Yolanda, ha hecho olvidar a personajes cargados de descrédito político como Pablo Iglesias, Pablo Echenique, Irene Montero y Alberto Garzón de una manera inmediata, brillante y sumamente eficaz. Empleó un tono y unas formas moderadas y conciliadoras hacia los sectores progresistas pero sin restar contundencia contra VOX, aunque para ambas cosas haya contado con la incomprensible connivencia de Sánchez, que en su intento de apuntalar a su presente y futura socia, bien pudo haber perdido un buen puñado de votos en favor de la candidata de SUMAR.
A un presidente del gobierno se le presupone un papel preponderante en los debates y Sánchez, quizás acobardado por su triste balance en el cara a cara contra Núñez Feijóo y manifiéstamente incapaz de ganar un debate de izquierdas a la candidata de SUMAR, regaló el mensaje institucional y las propuestas a una socia de gobierno que, simplemente por compartir garaje contigo (valga ahora el símil automovilístico) puede llegar a convertirse en tu mayor enemiga política y receptora de tus votos a medio y largo plazo.
Por otra parte, Abascal fue a un debate donde poco había que ganar y menos ganó. Se afanó en afianzar su voto, ese espectro poblacional aborregado, comprador de mentiras y de falsas soluciones a problemas que no existen salvo en el imaginario ideológico de la ultraderecha europea y norteamericana, que desgraciadamente hemos importado a nuestro país a la velocidad del rayo.
Como conclusión final, nadie sorprendió ni mejoró su imagen salvo Yolanda, que podría dar la sorpresa ante tanta mediocridad manifiesta de unos y otros. Le reconozco inteligencia, preparación y talante, aunque otra cosa es que sus recetas las considere apropiadas para España, para el entorno europeísta en que nos movemos y para el siglo XXI, que eso es otro cantar.
Que Dios nos coja confesados este domingo, porque salga lo que salga necesitaremos ayuda divina.
Juanlu Rodríguez.