LA IMPERIOSA NECESIDAD DEL NUEVO LIBERALISMO
En un contexto extremadamente complicado a causa de la Guerra de la Independencia contra Napoleón, la regencia posterior a la Junta Central y en nombre del entonces rey Fernando VII convocó Cortes en Cádiz en 1810. De entre todos los diputados convocados a aquellas Cortes y diferenciándose de los absolutistas y de los partidarios del pensador ilustrado Jovellanos, apareció el grupo de los llamados “liberales”.
Aquellos liberales eran los diputados menos numerosos, pero formaban un grupo cohesionado de gente capaz, con sobrada formación y una enorme capacidad de iniciativa a la hora de emprender acciones políticas y sociales. Durante el desarrollo de la Constitución de 1812 consiguieron imponer sus tesis y dotarla de un carácter fuertemente liberal e innovador, con medidas como la consideración de que la soberanía debía recaer exclusivamente en la nación representada en las propias Cortes, la igualdad de derechos y libertades, la libertad de imprenta, la igualdad jurídica, la inviolabilidad del domicilio, las garantías penales y procesales y la abolición de la tortura.
Unos pocos liberales, instalados en el centro del tablero político, con el diálogo, el consenso y la tolerancia como únicas armas, impregnaron de liberalismo un proceso constituyente que fracasó casi de forma inmediata, pero de un valor histórico incalculable porque de aquella constitución que apenas llegó a aplicarse, han bebido la inmensa mayoría de las que llegaron a continuación.
Actualmente en España se sufre una polarización entre rojos y azules que está llevando a nuestra democracia y a nuestro estado de derecho a depender de grupos de independentistas y nacionalistas cuyo objetivo es romper la nación y lograr la propia independencia en el primer caso y expoliar las arcas públicas mientras llega esa ruptura en el segundo.
Ninguno de los dos partidos mayoritarios tiene el más mínimo interés en ceder para no caer en el error histórico de subordinarse a semejantes partidos y se echa de menos un grupo de liberales moderados que no sacrifiquen el país por intereses electorales, que vuelvan a poner el sentido común, la innovación y los acuerdos basados en la tolerancia, el respeto y la mesura en el centro del tablero político para el progreso de la calidad de vida de todos nosotros. Un partido que pueda pactar, acordar y gobernar a derecha e izquierda haciendo valer los ideales liberales y progresistas e imponga una lucha contra los extremismos como líneas rojas infranqueables.
El nombre de ese partido es lo de menos, los errores cometidos anteriormente por gente que ni están ni se les espera en el liberalismo progresista español son ya agua pasada. Ese grupo de personas nuevas, preparadas y eficaces debe volver cuanto antes a ocupar un espacio político que no sólo sigue existiendo y les pertenece, sino que además les espera con ganas al sentirse huérfano de proyecto, de expectativas y de esperanza.
Vuelvan pronto esas personas bajo el nombre, el logo o los colores que sean, eso es lo de menos. Los liberales españoles nunca fuimos personas adoctrinadas bajo una bandera, un color y unas siglas políticas; nos interesan más las ideas, los proyectos y quienes sean capaces de desarrollarlos.
Juanlu Rodríguez.