PITUFILANDIA, LA ALDEA PITUFA
Pitufilandia nació en el mandato político anterior al amparo de un antiguo Gárgamel de Podemos Alcalá que salió de allí “resaviao” como se suele decir en esta bendita tierra y que constituyó una nueva aldea política. La aldea tenía todo lo necesario para sus fines; uniforme, color (el azul pitufo, obviamente) perfiles a su servicio en redes, cinematógrafo particular al servicio de la causa y hasta un pitufoperiódico con su pituforedactor para que difundiera el mensaje elegido.
En sus primeros tiempos Pitufilandia alternó una intensa y muy crítica actividad en RRSS hacia todo el que se moviera y tuviera algo que ver con el gobierno municipal con un proyecto social del que no opinaré por falta de datos concretos, pero del que he escuchado verdaderas atrocidades que me niego a reproducir. Insisto, no opinaré sobre ello. Mientras consolidaban estas dos vertientes (política y social), diferentes adalides del liberticidio y la desvergüenza se sumaron a Pitufilandia junto a un grupo de buenas personas, tan honradas como cándidas y tan bien intencionadas como inocentes e imprudentes.
Poco tiempo después, cuando ya Gárgamel era considerado por todos como Papá pitufo, se incorporó a la aldea azul (azul pitufo, por supuesto) un nuevo Gárgamel que aportó ayuda en redes sociales, logística para la aldea y voces; sólo hablaba a voces. No sabemos si ese fue el motivo por el que no pudo hacerse con la delegación alcalareña de Santiago Abascal o la razón de que en su proyecto personalista de 2019 no lo votase ni la familia. Lo llamaremos Pitufo Gruñón.
Sea como fuere, en el año previo a las elecciones municipales Pitufilandia iba como un tiro. Cada vez más pitufos llegaban a la aldea y se abrieron las primeras embajadas; quizás de todas ellas, la embajada de San Miguel fuera la más famosa, con pitufos destacados pontificando verdades absolutas y empujando con fuerza hacia el objetivo de situar a su familia (la familia pitufa, se entiende) en el mejor lugar posible.
Ya en los últimos meses se incorporó Pitufina, un fichaje largamente deseado por Papá pitufo para aportar frescura (no por fresca, sino por dinámica y versátil) y experiencia previa, adquirida en un mandato político particularmente intenso. Pitufina adoptó un perfil alto desde su llegada (como no podía ser de otra manera, que diría don Enrique…) que todo el mundo no supo entender ni gustó en demasía a muchos, pero era tiempo de remar y no de discutir.
Ya después del éxito electoral de la aldea pitufa, que lo fue y quien considere lo contrario se equivoca, llegaron los pitufoproblemas. Dos pitufoconcejales y poco dinero después del reparto económico indigno y vergonzante del nuevo gobierno convertieron al puesto de asesor del pitufogrupo y su nuevo y mísero sueldo en un caramelo áltamente cotizado por muchos pitufos.
Papá pitufo lo tuvo claro desde el principio, Pitufina era su apuesta, algo a lo que Pitufo Gruñón se negó mientras innumerables pitufos montaron en pitufocólera y el terremoto reventó el invento. Cayó incluso la pitufoembajada castillera, una de las más fieles tiempo atrás. Luego, tanto Pitufo Gruñón como el resto de Pitufilandia han salido a los medios a demostrar de manera fehaciente que ese pitufogrupo de personas intachables, comprometidas, preparadas, expertas y ejemplares ha estallado por los aires por un mísero contrato de media jornada con categoría de auxiliar administrativo y escasos 800€ al mes de sueldo en un despacho del ayuntamiento que es hasta feo, porque tienen el peor de todos.
Lo fácil que ha sido reventar pitufilandia y toda su parafernalia, simplemente un precario contrato de trabajo. Más de 2600 votos tirados a la pitufobasura, rencores, espectáculos retransmitidos casi en directo por las redes sociales y ni rastro de nada que merezca la pena en el ayuntamiento desde junio hasta ahora.
Lo mismo es que pitufilandia no era esa ciudad pitufa perfecta y magnífica que vendieron… un minicontrato ha bastado.
No hay más preguntas, señoría.
Juanlu Rodríguez.