UN TRANVÍA LLAMADO DESEO
Podría escribir un artículo dedicado a esa magnífica película de Elia Kazan donde una mujer anclada en un pasado que siempre fue mejor, se muda a vivir con su hermana y el cuñado “especialito” que le ha tocado en suerte.
Pero es justo reconocer que es un título muy adecuado a la situación que desde el siglo XVIII (nótese la ironía) los alcalareños llevamos viviendo con el tranvía que nunca llega, al estilo del famoso Míster Marshall de Berlanga. Porque no se confundan, sólo la sociedad civil alcalareña quiere que el tranvía se acabe, nadie más. Les cuento…
Corría la incipiente revolución francesa (nótese de nuevo la ironía) cuando el entonces alcalde de Alcalá se empeñó, vaya usted a saber por qué, en cambiar el trayecto urbano del tranvía alcalareño ya proyectado. Por causas que desconozco pero que bien puedo imaginar a la luz del boom inmobiliario que vivíamos entonces, decidió por su cuenta y riesgo y con el gentil y condescendiente amparo de la entonces socialista Junta de Andalucía desechar el recorrido del antiguo tren de los panaderos para continuar por la calle Bailén y acabar en Montecarmelo por la avenida de Andalucía y 28 de febrero por un nuevo itinerario ridículo por la cornisa del zacatín y la zona norte, priorizando en la práctica a una zona de Alcalá con pocas posibilidades de crecimiento al colindar con la A-92 y dando la espalda al resto de la ciudad.
Aquella ilustrada y poco interesada decisión (note usted la ironía por tercera vez) hundió las previsiones de potenciales pasajeros y disparó los costes de viabilidad del servicio, como de forma clara se expresa en un informe oficial de la propia Junta de Andalucía que, cosas del destino miren ustedes, conservo en mi poder y que me dio en mano allá por el año 2014 la entonces Consejera de Fomento de la Junta de Andalucía Elena Cortés, así como los planos originales y el nuevo “replanteo” del tramo urbano a expensas del exalcalde alcalareño. Quien quiera comprobarlo de primera mano, sólo tiene que tomar café conmigo y comprobarlo en persona. Y pagar el café, claro está…
Desde entonces y hasta ahora, ninguna administración ha querido terminar una obra tan faraónica como ineficiente y que conllevará un enorme coste anual para la Junta de Andalucía y para el ayuntamiento de Alcalá; nuestro ayuntamiento tiene tantísimas ganas de acabar el proyecto que adquirió en su día el compromiso de cofinanciar con un 20% el montante económico y mil años después todavía no ha puesto un miserable euro ni tiene intención de hacerlo.
El mismo PSOE alcalareño que hoy alza la voz, calló de forma ruín e inmisericorde durante años mientras el delicuente (sin el presunto delante, que ya está juzgado y condenado) Griñán y la monarca socialista Susana I de Triana reinaban en el palacio de San Telmo. Entonces los máximos defensores del tranvía alcalareño eran los mismos populares que hoy se empeñan en rentabilizar cualquier supuesto avance que en la práctica únicamente supone una patada de varios años a las anteriores fechas anunciadas al reinicio de las obras.
En la actualidad, la obra sirve para que los alcalareños paseen al sol mientras los dos partidos mayoritarios, responsables ambos de este esperpento que va a durar literalmente más que una hipoteca, sigan jugando a la política y peleen por ganar el relato de la calle sin asumir que el tranvía por caro, por ineficaz y por inviable, no lo quiere terminar nadie.
Unos diseñaron y empezaron a construir un bodrio, otros no han hablado nunca a las claras porque no es fácil decirle la verdad a la gente y es más sencillo seguir dando la patadita a la lata hacia delante y mientras, los alcalareños, los únicos que seguimos deseando que el tranvía se culmine, seguimos paseando por sus vías regulando el colesterol, la diabetes, la tensión y los triglicéridos; que oye, es lo más inteligente visto lo visto.
Y es que ¿quién puede querer una pista de atletismo de 400 metros teniendo semejante recurso? Es ironía de nuevo, no se me enfaden…
Juanlu Rodríguez.