¿Pueden mentir los políticos en sus currículums?

Estamos inmersos en plena campaña electoral y las encuestas dicen que  hay un 31% de personas que se van a abstener en las próximas elecciones generales;  los distintos candidatos se afanan en conseguir votos de los indecisos pero la sensación de hartazgo que existe entre los ciudadanos acerca de la clase política lo hace muy complicado.

Nuestros políticos no están a la altura en muchas de las decisiones transcendentales que se toman en este país, están más enfrascados en peleas internas y en tratar de desprestigiar la imagen del adversario que en arreglar nuestros problemas.

Uno de los temas que más me llama la atención es el descaro con el que nos mienten acerca de sus currículums. Aparecen ante la ciudadanía con una imagen de “persona preparada”, falseando datos, inventándose títulos o másteres, pero, cuando han sido descubiertos, han intentado  “matar al mensajero” o han rectificado sin más.

En derecho civil, según el art. 1.266 del Código Civil, el error acerca de la condición de una persona, si ha sido motivo para celebrar un contrato, invalida el consentimiento. Es decir, si yo contrato a una persona que, aparentemente está cualificada para hacer un trabajo, y resulta que tal cualificación no existe, el contrato queda anulado.

Si esto ocurre en el ámbito civil, ¿Por qué no ocurre algo similar en la elección de un candidato? La respuesta es simple: porque la Ley Orgánica del Régimen Electoral General guarda silencio sobre este aspecto y si se demuestra que un candidato ha mentido acerca de su currículum, no hay ninguna consecuencia legal, se supone que la persona que ha sido “cazada” debería de dimitir, como ocurre en todos los países de nuestro entorno, donde los cargos electivos dimiten incluso por multas de tráfico.

Pero estamos en España, como escribió Valle Inclán en su obra “Luces de bohemia”  “España es una deformación grotesca de la civilización europea” aquí no sólo no se dimite, sino que los políticos que han sido descubiertos, vuelven a presentarse a las elecciones como si nada hubiera ocurrido.

En la cultura clásica Romana, de aquellos que ejercían la política con ética, se decía que tenían “Decorum”. Al respecto Cicerón escribió: “El concepto de esta palabra es tal que no puede separarse de lo honesto, porque lo que es decente es honesto, y lo que es honesto es decente. Todo lo decoroso aparece cuando le ha precedido la honestidad”.

Nuestro voto sirve para perpetuar lo que tenemos o para cambiarlo, aquí radica la grandeza de la democracia.

Encarnación Parra Gómez

Licenciada en Derecho

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