LA CASA DEL GUARDA
En el parque de Oromana, pleno corazón del Monumento Natural Riberas del Guadaíra, emerge entre blancos molinos harineros y dorados senderos de albero que cuentan la historia de Alcalá un viejo y encantador enclave, muerto durante años de olvido y ahora felizmente resucitado para mayor gloria de nuestra ciudad; la Casa del Guarda.
En la amanecida tenue y tamizada de verde de los amaneceres del río Guadaíra, con molinos reflejados en la calmada agua de las azudas alcalareñas, Raquel y su sonrisa te reciben en un lugar sencillo y embriagador a partes iguales para proporcionarte el placer de disfrutar del desayuno en un marco absolutamente incomparable y único.
Mientras desayunas en una de sus pequeñas terrazas llenas de luz, color y sonidos de una naturaleza que apenas se despereza ante una nueva salida del rey sol, lo mejor de Alcalá de Guadaíra, su gente, desfila ante ti dándote los buenos días en sus paseos mañaneros con sus hijos y sus mascotas, en sus carreras deportivas o en sus paseos en bici. Las caras que ves pasar son de sosiego, de tranquilidad, de buen humor. De ganas de vivir que se mezclan con el olor a café, a pan tostado de mi pueblo y a ese aroma inconfundible y fresco del verde recién regado.
Un desayuno en la Casa del Guarda es un guiño a la positividad, una vuelta a la niñez perdida y un grito de esperanza dentro de una ciudad, a veces demasiado comprometida en perder sus señas de identidad por parte de sus dirigentes y tambien de nosotros, sus propios vecinos.
Es un recuerdo a paseos de domingo con mi padre, donde bebíamos agua fresca al cruzar el “puentecito”. Un recuerdo al antiguo polideportivo, con campos de fútbol de albero y porterías de tubo y sin redes, donde cada verano y cada fin de semana se disputaban partidos de chiquillos sin necesidad de árbitro, entre equipos de calles diferentes y con botellas de cristal llenas de “Mirinda” de naranja como importantísimos trofeos, donde ambos equipos lo daban todo detrás de un balón de cuero cosido a mano y se hacían amigos al final, bebiendo agua juntos y remojándose en el chorro de algún manantial cercano.
Ya en el río, los kayaks de Riverízate te enseñan una forma distinta de ver y disfrutar Alcalá que hace años no teníamos, y entre los molinos de San Juan y Benarosa te demuestran la diversidad de una ciudad que no pierde un ápice de hermosura si sabes buscar el momento y el lugar adecuado.
La Casa del Guarda es también la demostración de que la mayoría de las veces, menos es más. Es la prueba irrefutable de que el hormigón debe ser desterrado de una ciudad a la que le faltan manos para enumerar sus encantos; encantos que pueden volver a florecer y enamorarnos simplemente cambiando los absurdos y catetos complejos de inferioridad por la imaginación, el conocimiento de lo nuestro, la tradición, la historia y el buen gusto.
La actual Casa del Guarda es un hermoso trazo junto a las aguas del Guadaíra planificado y realizado hace ya tiempo por grandes alcalareños y culminado recientemente para el disfrute de todos sus paisanos y visitantes, y que esperemos que sea la primera de otras tantas iniciativas que vengan a recuperar lo que nos hace únicos e incomparables. Lo que a los alcalareños de bien nos enorgullece y nos llena la mirada, la mente y el corazón. Lo que nos distingue de otros sin ser mejores ni peores, pero sí especiales.
Ojalá sea el principio del hermoso renacer de una ciudad que recupere y que no vuelva a perder jamás ese sabor a pueblo que siempre tuvo y que tanto bien nos hizo.
Juanlu Rodríguez.
Lo e podido comprobar y veo que no exageran nada todo se siente así. Vistas maravillosa ambiente de paz y sociego muy precioso todo
Me has emocionado Juanlu, has descrito con sobresaliente nuestra filosofía, ojalá haya muchos alcalareños con esa actitud, sentimiento y pensamiento, me alegra que se note que somos ALCALAREÑOS, gracias por tu reflexión